Con una intención de revivir la sala Amadís de INJUVE y dentro de su programa #Reset de 2015 se organizó un encuentro con Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953). Tuve la suerte de acudir gracias a Raquel G. Ibañez uno de los miembros del colectivo artístico de El Banquete.
La pequeña sala estuvo abarrotada. El invitado era un brillante guionista de televisión y renovador del cómic español, con una escritura limpia, clara y funcional. Responsable de obras como Las serpientes ciegas, (BD banda, 2008), Las oscuras manos del olvido (Norma Editorial, 2009) o Hágase el caos (Norma editorial, 2012).
Aún recuerdo cada palabra que compartió con nosotros y que he reencontrado en una libreta olvidada. Una charla personal con un pequeño grupo de oyentes:
Programa Reset: ¿Tiene el cómic un complejo de inferioridad con respecto a otras artes?
Felipe Hernández Cava: El complejo de inferioridad es real y reivindicaciones de conceptos como «novela gráfica» no ayudan porque no dan uniformidad y sin esta no hay fuerza. De todas formas no voy a entablar ninguna polémica porque si alguien piensa que el cómic no tiene valor el problema es suyo. Cuando era un chaval no distinguía unas artes de otras, pero sí entre unas calidades y otras.
El cómic tiene elementos de representación que son únicos, algunos han intentado expandir esos límites, por ejemplo, el espacio en blanco entre una viñeta y otra es un espacio elíptico propio. Lo más comparable es el tiempo al volver la página para leer.
P.R: ¿Hemos tenido una evolución en la manera de hacer comic a lo largo del tiempo?
F. H. C: Antes tratábamos de aprender copiando la realidad y trabajando después el estilo, desde el respeto a los profesionales que estuvieron antes que nosotros. Ahora hay autores jóvenes con una gran soberbia contra los profesionales del pasado, pero no puedes romper el pasado sin conocer el pasado. Hemos terminado aceptando que se puede dibujar de cualquier manera. Todos pueden contar cosas, pero se ha de aspirar a dibujar y contar lo mejor posible.
En el Cubri queríamos, con esa osadía de cuando eres joven, conseguir una iconografía antifranquista. Teníamos un aspecto físico cuasi-impresentable. Una vez fuimos a un festival infantil de cine de Gijón, y nos presentamos con ironía con una crítica del imperialismo (ganamos el segundo premio de tebeo para niños). Era político, sí, pero aún así intentábamos preservar la calidad como artistas y artesanos.
P.R: ¿Hay diferencia entonces entre el artesano y el artista?
F. H. C: En cuestión de cómic he tenido mucha suerte, nunca he formado parte de Hollywood, pero he vivido con las estrellas. Por ejemplo el Roto es un artesano, trata de que los dibujos tengan una aportación a la excelencia que es algo que empezamos a echar de menos. Amo el medio pero con la profesión tengo mis más y mis menos: es una profesión que requiere sacrificio, hay que tener algo de artista y algo de artesano. Está mal remunerado en la parte económica y también en la social. Muchos abandonan y se van.

Las oscuras manos del olvido (Norma Editorial). Felipe Herandez cava y Bartolomé Seguí.
P.R: En tu obra de las oscuras manos del olvido, ¿Hay parte de ese compromiso social de El Cubri?
F. H. C: Respecto al cómic como transmisor del compromiso social, en los últimos años he ido confirmando mi expresión que acuñé tempo atrás: «el escepticismo activo». Veo en la ilustración y en el cómic sesgos muy particulares. Yo ya no me creo nada, pero uno de mis pocos compromisos sigue siendo para con las víctimas de E.T.A.
El dolor ajeno de víctimas es sagrado. En la representación de ese dolor soy poco transigente. En un documental del 11M en el que estuve involucrado me aseguré de que no hubiera imágenes de trenes reventados. Hoy en día se vive y se exhibe la pornografía del dolor.
Si uno contextualiza las novelas o tebeos históricos hablan de la época en la que están escritos. Espartaco habla de la Revolución Comunista. En Las oscuras manos del olvido lo que quería inequívocamente era estar a favor de las víctimas. Curiosamente ha molestado a derechas e izquierdas pero las víctimas me paran y me lo agradecen en los actos en los que he participado, se sienten confortados. La moraleja es que a las víctimas las arrinconan, están condenadas al olvido.
P.R: ¿Hasta qué punto el cómic como tendencia tiene una industria?
F. H. C: La industria española empezó a morir en los años 60, hay una etapa de cierta resistencia pero creo que no volverá la industria como tal. Mi mujer me dijo al salir que no transmitiese pesimismo en mis charlas, pero carecemos de infraestructura.
P.R: ¿Qué se necesita para crear esa industria?
F. H. C: Se necesita que venga gente con pasión y cabeza. Los intentos siempre se han hecho al margen de las cifras. Lo que me apasiona no lo veo en papel, el álbum de Martín López Lam Parte de Todo Esto (Edicions De Ponent, 2013) se editó, pero pasó desapercibido. Se confirma lo que venía diciendo en otras conferencias: hay y habrá tiradas pequeñas como si fuesen poemarios.

Las oscuras manos del olvido (Norma Editorial). Felipe Herandez cava y Bartolomé Seguí.
P.R: ¿Responde esta bajada a un recorte en las libertades artísticas?
F. H. C: Somos muy cínicos, ahora hay chistes que nadie quiere publicar. Antes nos reíamos de todo y no era considerado ofensivo ahora sí. Se trata Hemos perdido parcelas de libertad y vamos a perder muchas más. En parte clamando a la libertad de expresión y en parte porque terminamos creyendo que está bien renunciar a ciertas cosas. Falta mucha lucha de florete, tu sacas el florete y tu contrincante te escupe. Por ejemplo, yo tuve un enfrentamiento con Santiago Segura y me sentía como en un circo, en el momento en el que él dijera: “bueno pero nos hacemos una pajillas…” yo había perdido. Sin que importen otros argumentos.
Esto es porque el poder trata de canjearnos libertad por seguridad y lo hacemos cuando el miedo se propaga con rapidez y nos sobrecoge.
En los años 70, con el terrorismo de E.T.A, se quería llegar a tener un control de los libros que se compraban.
P.R: ¿Encaja esto con lo que ha pasado en París con Charlie Hebdo (el atentado de 2015)?
F. H. C: Se han sacado reportajes muy buenos al respecto. Yo tengo una visión muy particular: los terroristas siempre encontrarán un pretexto. No se trata de ser dibujantes, ni judíos, ni carniceros: son golpes que saben que van a expandir el miedo; ahí esta el valor para los terroristas.
La revista Charlie Hebdo existe desde los 90, tiene una corriente política libertaria. Ha dado personajes respetables, pero siempre ha tenido un sustrato que eran chicos de bien jugando al izquierdismo y con los que yo no comulgaba. Argumentaban que nada debe ser sagrado,que nada debe ser tabú. Se reían de los niños de África que pasan hambre y descubrieron la posibilidad de reírse del islamismo. Hara-Kiri, la revista madre, fue cerrada por reirse de la muerte de de Charles gaulle.
Yo conocí a Georges Wolinski (fallecido en el atentado) en Río de Janeiro y se reía de todo, incluida de gente que pasaba hambre allí. Organizadores de trabajo social nos llevaron a una favela con, la gente nos enseñó su modo de vida, lo que tenían y Wolinski se fijó en una mulata que iba con nosotros. Finalmente al saber que Wolinski era dibujante pidieron que les dibujara algo. Dibujó a la mulata con él diciendo: “paso mucha hambre, paso mucha sed” hubo un lógico revuelo. También dijo cosas como: “cuando me muera quiero que me incineren y tiren mis cenizas al water para verte el culo”.
Formaba parte de un clan de chicos malos. En Francia no les prestaban atención y estaban a punto de cerrar: pedían ayuda. En su momento estos autores publicaron Hitler=SS (que salía en la revista Hara-Kiri) un cómic indeseable, aunque estuviera bien dibujado. Y que tuvo grandes polémicas entre asociaciones de supervivientes.
P.R: ¿Qué valor tiene el humor entonces en el cómic y la ilustración?
F. H. C: Tenemos que reconocer que el valor del humor puede perder las claves de lo que quiere decir, nace y muere en el mismo día. El humor pasa, pero el dibujo si es bueno permanece, como las estampas de Doré. Es una secuela de la escena punk del todo vale. Todo el mundo puede hacer música, pero sobrevive aquel que sabe de música, sino será una gloria efímera.
P.R: ¿Cómo encajamos la censura y la autocensura en ese valor? ¿Cómo se viven en una dictadura y en una democracia?
F. H. C: Cuando era joven hacía dibujos bastante malos, pero realmente me gustaba hacer pintadas de barrio en fábricas, fachadas o en maderas de balsa. Duraban lo que duraban, pero eran una denuncia. Así que en la época de Franco había una censura en los medios, pero conseguíamos ladearla en las paredes.
Curiosamente con las leyes de la Transición había una censura donde no se podía contar nada en los medios. En muchas ocasiones una época más peligrosa que el anterior régimen por el miedo de que fallase ese intento de viaje hacia la democracia. Se hicieron concesiones políticas por ese mismo motivo. Se terminó luchando no por la libertad sino contra el Franquismo que ya estaba extinto. Siempre tendré la sensación de haber perdido un momento histórico, una oportunidad. Yo pasé por los tribunales durante esa transición y dependías del juez que te tocara. Los medios tenían una perspectiva más política que industrial. Actualmente aunque la gente los sigue categorizando así ya no tiene sentido, en todos los sitios hay de todo.
El problema de la autocensura en el artista o en los medios va más por intereses comerciales, conocer al público que te da las habichuelas que por un compromiso en firme.

P.R: Recibiste el Premio Nacional de Cómic por las serpientes ciegas. ¿Qué nos puedes decir sobre el premio?
F. H. C: A paco Roca le llevaron a Japón, a nosotros, a mí a Cuenca. Lo digo sin remordimientos, como ejemplo de cómo bajó el dinero invertido. También la dotación económica del premio ha ido bajando.
Si ganas, al año siguiente te escogen como parte del jurado. Tú ibas allí y te preguntabas: “¿Esta gente qué reconocimiento tiene en el mundo de la historieta?”, ellos te miraban y te preguntaban: “¿Si tengo dudas te puedo preguntar de qué va esto?”.
Básicamente se coge una papeleta y se vota una obra haciendo rondas, luego discutimos. Se quedaban obras muy importantes directamente fuera. Propuse hacer una exposición inicial de las obras, pero me dijeron que la mecánica ya estaba estaba escrita, así que esos merecedores del premio fueron apartados. Es lotería, y esto me lo aplico a mi propio premio.
Ya cuando el premio se creó con .gente como Carma Chacón o F. López Aguilar la idea estaba clara. Tenía que ser un premio dado a la obra de ese año mientras que Carlos Gimenez y yo, que ya he sido jurado en otros premios, queríamos que fuese a la trayectoria. Los editores independientes, que empezaban a tener influencia, querían otra cosa y se acordó que se diera a una obra del año anterior.
P.R: ¿Lo necesitan más los autores consagrados como Beá, Giménez o Bernet?
F. H. C: Algunos no lo tienen y lo triste es que no lo tendrán, porque desde la composición del jurado se ve difícil. A Carlos Giménez, por ejemplo, le podían haber dado el premio con cualquier cosa de estos últimos años, ha esta haciendo un trabajo muy bueno que no desmerece con nada de lo que ha hecho anteriormente.
Lo más lógico con estos autores es que se cuidase que tuvieran una trayectoria para poder seguir en activo.
P.R: ¿Cómo ves el cambio del mumdo del cómic tras Internet?
F. H. C: Reconozco que soy analógico. Internet está ahí para recibir un feedback que no sé todavía si me interesa. No estoy en ninguna red social, prefiero ser una especie de leyenda asiria. La red es un gran campo pero lo que más me preocupa de estos medios nuevos es el exceso de ruido. No soy conspiranoico, pero si fuera el poder no censuraría a las voces disidentes, las invitaría a participar en Internet porque todo se ahoga, hay que tener mucho criterio. No soy de los que piensan que una nueva comunicación tiene que hacernos por defecto más libres.
P.R: En las charlas siempre se piden consejos para guionistas al final…
F. H. C: El único consejo que me permito es que tenéis derecho a equivocaros por vosotros mismos. A mí me captó el marxismo, el maoísmo y luego fui viviendo otros cambios. No heredéis nuestras frustraciones, iconos mitos o revoluciones fallidas que se han demostrado obsoletas o perversas. Antes de arrastrar nuestras fórmulas tenéis que equivocaros vosotros. El pensamiento y la reflexión son infinitas y tiene que haber otras posibilidades que no arrastren pasados ni temores.
Hola, me ha gustado esta entrada. 🙂
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¡Gracias!
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